Para comienzos de 2019 me había propuesto, por solicitud e iniciativa de algunos pilotos, ofrecer un a especie de “seminario” de vuelo avanzado, buscando especialmente llevar a algunos locales a conseguir la marca de los primeros 100 km en línea recta.
El clima está salvaje y para el 1 de Enero me encuentro con un “Matasanos” (despegue oficial de nuestra zona de vuelo de Medellín) con condiciones fuertes, cielos azules, térmicas por todas partes, y mucho entusiasmo.
Ajustamos algunas cosas en la oficina y para el fin de semana nos programamos rumbo a “Apía” para intentar el primer salto hacia el sur. Nos acompañan Juan David Ramirez, Mauricio Hoyos, Ramiro Arango, Alejandro Trujillo, Hernando Gutierrez, Leonardo Ortiz, Anderson, Camilo y John Trejos.

Increíblemente el clima cambia drásticamente y en precarias condiciones sólo logramos escaparnos Hernando Gutierrez, Leonardo y yo de un despegue con viento cruzado y tendencia de viento de cola, despegando en un desagradable piscinazo (más que un despegue elegante, es como saltar a una piscina y esperar lo mejor).
Caminando como tortugas apenas logramos llegar a la marca de los 20 km en 3 horas de vuelo.

Al día siguiente nos aventuramos rumbo a Roldanillo donde un poco más de consistencia en el clima nos permite soñar un poco. Programamos una prueba hacia el sur, buscando esos esquivos 100 km, para lo que debíamos primero aprovechar una sección hacia el norte, hasta el despegue de las brisas (9 km aproximadamente), y de allí empezar a sumar hacia el sur hasta pié de chinche, pasándonos 4 km del aterrizadero.
Los despegues fluyen sin mucho problema pero el techo está bastante bajo y estamos siendo muy optimistas con la idea de marcar los 100k.
Hacemos la razante de rigor, para subir los ánimos de los expectadores en el despegue plagado de parapentes, y nos reacomodamos para iniciar el primer trayecto al norte.
Trato de asistir a Juan David, que no logra concentrarse en ningún núcleo bajo nosotros, pero tiene problemas de comunicación y no es posible contactarlo. Me concentro entonces en Mauricio y en Leonardo. Sus desempeños son bastante diferentes, entonces me toca estar saltando de adelante con Mauricio, regresándome 4 ó 5 km para conectar con Leonardo.
Llegando a la baliza norte, es evidente que regresar hacia el sur para intentar la plusmarca de 100 km es un “suicidio”, pues ningún otro piloto ha logrado escapar de las suaves condiciones de la zona del despegue, que se agudizan hacia el sur. Por otra parte, el norte muestra una sección soleada con nubes sanas y prometedoras.
Decidimos abortar nuestro intento y continuar hacia el norte, esta vez, proponiéndonos llegar a Obando y regresar a la pista de Roldanillo.
Mauricio está bien ubicado y lo motivo a seguir adelante mientras regreso por Leonardo.
Desafortunadamente se acelera un poco cruzando desde higueroncito y llegaría bajo a La Victoria, sin adentrarse un poco más hacia las colinas.
Cuando le doy alcance ya está apenas sosteniéndose entre dos parapentes al sur de la Victoria, mientras yo remonto sin mucho drama sobre las colinas más al oriente de su posición.
Leonardo ha dejado de “pararme bolas” y viene haciendo su vuelo a su ritmo, por lo que está tomándose su tiempo en todos los ascensos. Decido escaparme hacia Obando y luego hacia cruces, para regresar a Obando y conectar nuevamente con Leonardo.
De allí volaremos juntos de regreso hasta La Victoria, donde el cansancio le pasa cuentas a Leonardo y decide aterrizar con Mauricio.
Por mi parte, tengo a un par de parapentistas en la mira, que vienen desde hace rato dándonos lecciones en las térmicas, pero ahora los tengo al alcance.
Lentamente me acerco por detrás y en un planeo suave los alcanzo a nivel. Logro bajar la velocidad a 38 km/h y sostenerme al lado de uno de ellos lo suficiente para ser capturado varias veces por su cámara antes de escaparme a una última térmica que me pondría en un planeo hasta Roldanillo.
Al día siguiente las condiciones no prometen nada. Igual programamos ruta hacia el norte, pero ni siquiera logramos coordinarnos o ponernos en alguna situación que nos permita asistir a alguno en vuelo. Termino aterrizando al norte de Zarzal después de 1 larga hora, mientras Leonardo pasa solitario por encima y se aventura otros 4 km más adelante.
Mi primer intento por “entrenar” a los otros pilotos no resulta como lo teníamos planeado.
El fin de semana siguiente, decidimos entonces intentar nuevamente una tutoría, esta vez en el valle del Magdalena. Nuestro carro está conformado por mi honorable escudero “Alejo Isaza”, quien sólo nos había fallado el fin de semana anterior por una incapacitante virosis de la que apenas estaba saliendo, y nos secunda Sergio Arango. Además David Montoya decide acompañarnos como equipo de tierra, ya que su ala requiere algunas reparaciones luego de un incidente con Ivan Monsalve en un aterrizadero.
Por su parte, Leonardo decide embarcarse con su familia en el viaje en carretera de atravesar la línea (carretera colombiana que atraviesa la cordillera central y conecta el valle del Cauca con el valle del Magdalena), para participar de la aventura.
Esta vez voy completamente enfocado en asistirlo. Tenemos los transpondedores (airwhere) activados y operando, y todas las intenciones. La lluvia que nos acompaña saliendo en carretera no nos baja los ánimos y llegamos a Venadillo a ultimar detalles para el primer vuelo el viernes 11 de Enero.
El día está soleado y hay cúmulos por todas partes. El viento en el despegue es muy fuerte del norte, con ráfagas de 22 km/h, y promedios de 13 km/h. Los gallinazos y las rapaces suben y bajan por doquier.
Despego primero a las 12:05 y me encuentro con lo que es quizás una de las turbulencias más fuertes en las que me he aventurado a volar. Ascensos de +5 m/s seguidos en segundos de descensos de -5m/s, nos golpean, y mantener el ala volando recto, o al menos las alas en el mismo plano horizontal (porque la nariz está haciendo yaw como loca) resulta una tarea bastante extenuante.
Intento infructuosamente varios giros banqueados en unos núcleos que no superan los 30 mts de radio, y salgo disparado en wing overs una y otra vez, mientras entro en la descendente. Ningún viraje a tan baja altura permite siquiera pensar en aflojar un poco la barra de control para permitir ganar un poco de altura.
Leonardo despegaría después, antes de que pueda siquiera advertirle de la turbulencia, pues estoy muy concentrado en tratar de subir lo suficiente para poder luchar contra ella sin tener que preocuparme además por el terreno o por el aterrizadero, pero no es posible, todo el tiempo parece que ni siquiera vamos a alcanzar el aterrizadero oficial, pero segundos más tarde parece que vamos a llegar con 400 mts extra sobre éste.
Un par de minutos mas tarde, Leonardo reporta por radio que está en turbulencia severa, y finalmente logro soltar una mano para contestarle y confirmarle.
Alejo Isaza despegaría de tercero y se conecta inmediatamente a la ladera, y logra por unos momentos superar la altura crítica y parece estar subiendo algo. Sin embargo, como nos vé a Leonardo y a mi mas afuera en el valle, cambia de línea hacia nosotros y entra en la turbulencia.
En segundos está ahora en la turbulencia, luchando como nosotros.
Le advertimos a Sergio que no vale la pena el vuelo por lo desagradable de la turbulencia y éste decide asertivamente desarmar su ala en el despegue.
Leo tiene que escapar hacia el aterrizadero y entraría en una final que parecía corta, pero se encuentra con un alambre que divide el aterrizadero en 2 secciones, y hace un viraje y aterriza bien pero apenas.
Percibo entonces como muy pequeño el aterrizadero y con la altura justa, decido abortar hacia Alvarado, más afuera en el valle, en un sitio más grande y abierto. Llego con 20 mts al terreno para apenas poder enfrentar y poner el ala tranquila en el suelo.
Alejo finalmente entraría en el aterrizadero de Leo sin ningún problema.
23 minutos de vuelo me dejan más exhausto emocionalmente que 5 horas normales.

En la noche analizamos el día y el prospecto meteorológico para el sábado. Decidimos que nuestra mejor opción consiste en adelantarnos al menos 1h30m al despegue para evitar la fuerte turbulencia cerca a las montañas que experimentamos al medio día.
El sábado subimos más temprano al despegue y para las 10:30 ya estamos listos para intentarlo de nuevo. Las condiciones son un poco más suaves, y las ráfagas de viento mucho menos agresivas en la rampa. A las 10:47 me separo del suelo y aunque hay algo de turbulencia, logro mantenerme a la izquierda del despegue, volando hacia el norte, muy cerca a la ladera, superando la turbulencia y ganando altura progresivamente, hasta que tengo la montaña superada y empiezo a cerrar algunos giros y a remontar fácilmente.
Leonardo me secundaría 10 minutos más tarde, y aunque las condiciones han aumentado un poco, encuentra el primer ascenso en su U2 sin grandes complicaciones, y se ubica rápidamente en buena posición.
Alejo despegaría a las 11:01 minutos, sólo 4 minutos detrás de Leonardo, y gira inmediatamente hacia el norte para buscar el mismo ascenso. 500 metros más alto lo estoy vigilando cuando veo prácticamente toda su superficie inferior y el arnés del piloto, salir disparado en un agresivo wingover, seguido de una oscilación opuesta de casi idéntica magnitud. Pareciera que su ala está mal armada o algo similar, e incluso él lo piensa así. Segundos más tarde parece controlar la situación y recompone su curso tratando de escapar de una severa turbulencia, pero en sólo 6 minutos se vé obligado a aterrizar.
Sergio Arango no vé el crudo espectáculo y tratamos de no desanimarlo. Despegaría un poco después y luego de luchar un poco en un par de térmicas turbulentas, decide irse a aterrizar con Alejo.
Fuera de la turbulencia, casi 800 mts sobre el despegue y coordinado con Leonardo, decidimos arrancar a hacer nuestra prueba programada:
Volar hacia Piedras, al sur oriente, luego girar hacia el norte rumbo a Ambalema, y regresar a Alvarado.
El primer planeo nos separamos un poco porque Leonardo decide quedarse un poco atrás ganándose unos metros. Yo me desvío buscando unas primeras nubes antes de adentrarme en Piedras y veo a Leonardo seguir de largo algo más alto, pero comprometerse un poco en una térmica muy derivada cerca a la montañuela de piedras.
Allí nos tardamos un rato en re-posicionarnos, y para entonces, habríamos derivado casi 7 km desde el origen. Regresar viento de frente parecía una tarea titánica, por lo que replanteamos nuestro plan de vuelo y le indico a Leonardo que vamos a volar viento de cola, hasta donde el día nos lleve.
Empezamos a movernos tímidamente hacia el sur, con pequeñas transiciones y manteniendo la altura siempre por encima de los 1200 mts.
La t2c se desempeña prácticamente igual a la U2 cuando la primera va sin geometría y la segunda va full geometría. El viento de cola y las bajas velocidades nos mantienen cómodamente juntos todo el tiempo, lo que me permite apoyar directamente a Leonardo en todas las decisiones, y llevarlo en forma segura por las primeras transiciones, siempre garantizando múltiples opciones de aterrizaje con cómodas vías de acceso.
35 km de recorrido y llegamos al borde de la platea del Aceituno, que enmarca por unas cimas rocosas con una suave pendiente por el costado norte, pero un abrupto descenso por el costado sur, hacia la vía que conecta Bogotá con Ibagué.

Nos tomamos unos minutos en centrar un buen núcleo que nos permita superar con buena altura las escarpadas cimas, y poder flanquear la base de entrenamiento de la policía nacional.

La geografía se vuelve imponente, con potreros cultivados multicolores que se desprendenden de montañas escarpadas y rocosas, como cicatrices de un valle inundado en otros tiempos, y tallado por constante movimiento del agua. No logra uno imaginarse lo masivo que pudo ser nuestro río Magdalena en sus mejores momentos.
A partir de allí, nuestras transiciones empiezan a ser más serias. Entre 9 y 11 km nos empezamos a mover entre térmicas.
Para entonces, habíamos logrado tener registros de lecturas del traspondedor con el carro, de 28 km de distancia! Es increíble esa herramienta.
Pasando Guamo, Leo me hace regresar un poco a tomar una foto de un lago que tiene la forma de un ala delta.

Cuando me doy la vuelta, veo que Leo va enfrente mío escapándose. No puedo resistir la tentación y decido hacerle un sobrepaso.

El equipo de tierra (Alejandro, Sergio y David) nos alcanzan finalmente por debajo, y empiezan a moverse con nosotros, cuando las térmicas empiezan a escasear y el cielo a cubrirse de un pequeño cirro. Una última nube parece estar esperándonos justo en el cerro Pacandé.
Para entonces, ya hemos marcado los 100 km y nos aventuramos en un planeo, que sería el último, y que nos llevaría por otros 20 km de hermosos paisajes, sólo para aterrizar menos de 500 metros de la frontera departamental entre Tolima y Huila, en un caserío llamado La Palmita, donde nos recibe el equipo de tierra con efusivos abrazos de felicitaciones.

Tardamos varios minutos en entender la dimensión de lo que habíamos logrado, pues la satisfacción de tan inconmesurable aventura nublaba cualquier vestigio de razón.
Récord Ala Delta Clase Sport:
Piloto: Leonardo Ortiz
Ala: Willswing U2 145
Distancia Máxima Lineal: 134.7 km
Hora de Despegue: 10:57:28
Hora de Aterrizaje: 15:57:19
Tiempo de vuelo: 4:59:51.
http://www.paraglidingforum.com/leonardo/flight/2177218
Vuelo animado en Ayvri.com
De regreso al hotel para las 7 pm, nos deleitamos en la piscina y en el jacuzzi. Al día siguiente nos encontramos con un clima completamente distinto. Un frente de lluvia nos opaca las posibilidades de un despegue temprano. Luego una pequeña llovizna y un viento de cola en el despegue nos complica más las cosas, hasta el punto que empecé a desarmar el ala. No habían transcurrido 4 minutos, cuando una calma nos indicó que quizás tendríamos una ventana de oportunidad. Sin pensarlo dos veces re-organicé el equipo y me hice detrás de Isaza, que despegó primero en 0 viento. Lo seguí de cerca, y luego Sergio y Leonardo un poco detrás, para hacer un simple planeo de 8 minutos hasta las inmediaciones de Alvarado, para desarmar el ala cerca a la carretera y no tener que caminar con ella desde el despegue hasta el carro (una loma de 50 mts de desnivel mas o menos).
Allí terminó nuestra aventura, que considero como todo un éxito. No veo la hora de volver a encontrarme con mis compañeros de vuelo, y poder darle la mano a algún otro que esté dispuesto a seguir un poco de instrucciones.